La región se ha abierto al mercado de alta gama con la presencia de las firmas más importantes en grandes avenidas y centros comerciales. El retail deluxe ha cambiado no sólo de escenario, sino también de modo de pensar: hoy la exclusividad puede (y debe) ser democrática para ser rentable.
El universo del lujo está evolucionando a un ritmo vertiginoso. La crisis de dos escenarios hasta ahora estelares —Brasil, sumido en una recesión que según el Fondo Monetario Internacional hará que la economía de América Latina y el Caribe cierre este año con un retroceso de -0.3%, y del mercado chino, la gran esperanza blanca de la industria— ha puesto a Centroamérica en primer plano. Las firmas de alta gama de ropa, automóviles, relojes y belleza han puesto la mira en una región donde la clase media es cada vez más ambiciosa y los ricos más solventes y numerosos. Según datos de la consultora Euromonitor, se espera que el mercado del lujo en la región llegará a los casi 28,000 millones de dólares (mdd) en 2019, lo que significa un crecimientos, de 88.4% respecto a 2014. Un repunte superior al que tendrán Asia, Estados Unidos y Europa.
La clase media en América Latina, que entre 2000 y 2012 aumentó 34.3% hasta llegar a los 181.2 millones de ciudadanos, juega un papel fundamental para la industria de la alta gama, pues son clientes potenciales del mercado del lujo, que en los últimos años ha ampliado su radio de acción más allá de la élite gracias al auge de los accesorios; es lo que algunos analistas denominan “lujo democrático” o “lujo accesible”.
Según el estudio elaborado por Euromonitor, Emerging Markets: Business Oportunities in Latin America, la demanda de bienes de lujo se ha disparado en los últimos años hasta el punto de que en los últimos cinco años el consumidor latinoamericano ha elevado 25% su gasto en lujo. Por ello, en ese plazo de tiempo los países del istmo se han convertido en imanes para las grandes marcas de lujo. Según datos del desarrollador de franquicias Francorp, en Centroamérica cerca de 40% de las franquicias pertenece al sector de la moda.
Juan Roberto Fernández, director general de Francorp para Centroamérica y el Caribe, asegura que durante los últimos siete años el mercado centroamericano ha vivido un auténtico boom de centros comerciales que favorece el crecimiento de negocios relacionados con el lujo y la moda. Junto a la eclosión de una creciente clase media, Fernández señala otros dos factores básicos que explican el auge de esta industria en la región: los avances en la bancarización que favorecen el acceso al crédito y los tratados comerciales con Estados Unidos y Europa.
Dos países destacan sobre el resto en Latinoamérica: Panamá y Colombia, con la apertura de centros como Soho Mall, desarrollado por el Grupo Wisa en Panamá, donde el cliente puede encontrar marcas como Louis Vuitton, Chanel, Prada, Burberry, Bottega Veneta, Fendi, Bulgari, Ralph Lauren, Rolex, Dior, Valentino, Carolina Herrera, Yves Saint Laurent, Jimmy Choo y Ladureée, entre otras. “Hasta ahora Panamá no estaba en el mapa del lujo, pero así como muchos dicen ‘vámonos de shopping a Miami’, ahora la frase va a ser ‘vámonos de shopping a Panamá’”, resume Faizal Asvat, vicepresidente ejecutivo de Asvat Group, que maneja Tiffany & Co., Ermenegildo Zegna, Loewe, Paul Smith y Giuseppe Zanotti.
Por su parte, Colombia se ha posicionado como el tercer país de Latinoamérica en materia de retail. Ingrid de Barrios, fundadora y directora de Luxgrid Cosulting, destaca que “el aumento de la confianza de los inversionistas, dados los bajos niveles de inflación y estabilidad económica, junto a los esfuerzos por una estabilidad jurídica, que facilita el desarrollo de nuevos negocios, explica por qué las miras voltearon hacia este país”. Añade que se trata de un mercado que ofrece muchas posibilidades para el desarrollo de centros comerciales y está aún muy lejos de desarrollarse. “Ejemplo de ello es la construcción en Bogotá del centro comercial El Edén, que con 320,000 metros cuadrados se convertirá en el mall más grande del país —y el segundo en América Latina—, estratégicamente ubicado para estar bien conectado con el aeropuerto y toda la ciudad”, señala.
En el resto de los países de la región existen malls como Multiplaza Escazú y Multiplaza Curridabat, en San José, que conforman el portafolio de centros comerciales del Grupo Roble en Costa Rica. La Gran Vía, el primer Life Style Center de El Salvador y de toda la región centroamericana. Oakland Mall, ubicado en la Zona 10 de Ciudad de Guatemala, el corazón del área financiera y de oficinas. City Mall SPS, en San Pedro Sula, considerado como uno de los principales centros comerciales de Honduras. O Galerías Santo Domingo, en Managua, desarrollado por la inmobiliaria Santo Domingo en Nicaragua.
Jorge Lizán, director general de Lizan Retail Advisors (LRA), considera que los centros comerciales se han convertido en el destino preferido para cualquier marca global que llega por primera vez al país. “No siempre son los más grandes o los primeros que se desarrollaron, o incluso los más bonitos, pero sin duda son los destinos más buscados por los retailers”. Mientras países como México y Brasil tienen una tradición de centros comerciales que arranca en la década de los 60 del pasado siglo, en muchos de los países del istmo, la eclosión de este tipo de espacios se ha producido en la última década.
La industria de centros comerciales en Latinoamérica está concentrada en poco más de 50 empresas de diverso tamaño, que desarrolla más de 70% de todos los proyectos de la región. Se trata de compañías como Cimento —surgida de la fusión entre la guatemalteca Spectrum y la colombiana Amarilo—, Conconcreto, Ospinas, Pedro Gómez, Terranum y Único Centros Comerciales, en Colombia; Desarrollos Mega, en Costa Rica; Grupo Roble, en El Salvador; Multi Proyectos y Spectrum, en Guatemala; Corporación Lady Lee, en Honduras; el Grupo Pellas, en Nicaragua…
Muchas tienen opciones en más de un país. Se trata de un mercado en expansión. Sólo en 2016, cerca de 100 nuevos centros comerciales se abrirán en América Latina, con una inversión de 4,000 billones de dólares (en la actualidad, se estima que en Latinoamérica hay 1,800 malls).
El Palacio de Hierro de Polanco, en Ciudad de México, denominado como “El Palacio de los Palacios”, que abrió sus puertas en noviembre del año pasado, es el centro comercial de lujo más grande de toda América Latina, con una inversión de 300 mdd, una superficie de venta de 58,900 metros cuadrados y marcas como Gucci, Prada y Carolina Herrera, cuyas tiendas cuentan con tres pisos; Tiffany, que tiene aquí su tienda más importante en la región; o Louis Vuitton, que se hizo con tres fachadas; además de nuevas incorporaciones como Christian Louboutin, Alexander McQueen, Blumarine y Gianvitto Rossi, entre otras.
Malls vs Flaship Stores
Hasta ahora muchas de las marcas de lujo preferían iniciar la conquista del mercado local abriendo tiendas en estos centros comerciales, donde el precio de renta depende del tipo de retailer, de la superficie del local y de su ubicación. Un precio aceptable para que un local sea rentable debería estar entre 8 y 12% de las ventas netas. Antes, se diseñaba un centro comercial regional con una o dos tiendas ancla en los extremos y locales de 200 o 300 metros cuadrados en promedio.
En los últimos años, esa concepción ha demostrado no ser funcional. Suelen encontrarse tres o cuatro subanclas, además de los departamentos comerciales y los speciality retailers, que ahora cuentan con medianas superficies. Además, la llegada de grandes cadenas de fast fashion, como H&M o Forever 21, que han demostrado ser capaces de coexistir con marcas de media y alta gama en el mismo espacio, ha venido a traer un nuevo concepto de espacio multimarca, con rangos de precios accesibles junto a marcas más exclusivas, que abarcan al 30 y 40% de la población frente al 10% del consumidor de lujo.
Un caso digno de estudio es el de Tiffany & Co., que en 2014 decidió abrir su primera boutique en el Centro Andino de Bogotá, con 130 metros cuadrados. Se encontraron con que los precios por metro cuadrado en esta zona superaban a los de la Quinta Avenida de Nueva York. Luciano Rodembusch, vicepresidente de Tiffany & Co. en Latinoamérica, consideró que el gasto estaba justificado: “La marca ya tenía presencia en Colombia por medio de algunos distribuidores, pero la compañía cambió la estrategia en Latinoamérica para traer de manera correcta la marca al país”.